La literatura no es otra cosa que un sueño dirigido.
Jorge Luis Borges

sábado, 24 de diciembre de 2016

INICIOS PORTENTOSOS

EL QUIJOTE - 1605

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. 

Miguel de Cervantes




LA REGENTA - 1884

La heroica ciudad dormía la siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles.

Leopoldo Alas




CIEN AÑOS DE SOLEDAD - 1967

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.

Gabriel García Márquez




LA SOMBRA DEL VIENTO - 2001

Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido.


Carlos Ruiz Zafón


domingo, 18 de diciembre de 2016

TOKIO BLUES






Tokio Blues - Norwegian Wood, es un texto que el autor ha escrito sintiendo letra por letra, todo inicia en aquel avión que aterriza en una ciudad europea y al escuchar aquella bella melodía de Los Beatles, evoca profundos recuerdos de un ayer que duele, de alguna manera es un libro que lo he leído como el lector que va descubriendo la estructura literaria, una demostración de que con pocos personajes se puede elaborar una buena historia, escrita con esa maestría a lo Murakami, la novela genera un sabor algo agridulce y distinto, Naoko que es el centro gravitatorio de la novela, es un ser de una fragilidad extrema el mismo que sucumbe ante la realidad, es en ella donde aparecen descubiertas las mentes que de a poco se pierden en una sociedad fría que las desplaza a un sanatorio y donde pese a intentar hacer un rescate de su salud mental, esta misma sociedad le va colocando un “membrete”, lo que con tanta vehemencia escribe Michel Foucault en su obra “La historia de la locura en la época clásica” y que es muy aplicable a nuestros días, donde la sinrazón social es tan habitual en la medida de que resulta fácil catalogar a una persona en la periferia de lo que comúnmente consideramos “normal” -no sé en nombre de quien- 




Murakami hace gala de su prosa que atrapa y envuelve, el hilo conductor de esta bien escrita novela, es protagonizado por Watanabe aquel hombre joven que aprende a vivir y a crecer en medio de sus contradicciones sumadas a la propia incertidumbre que la vida misma genera, al final la vida debe continuar y todo es un continuo proceso de crecimiento interior, donde el pasado es un elemento esencial que contribuye a la edificación de lo que somos en el presente.