jueves, 2 de octubre de 2008

CASTOR Y SARTRE



Dos años mayor que yo –dos años que él había aprovechado–, habiendo encontrado más joven un camino mejor, sabía mucho más, sobre todo; pero la ver­dadera superioridad que se reconocía y que saltaba a la vista, era la pasión tranquila y apasionada que lo arrojaba hacia sus libros por escribir.

En efecto, si me comparaba a él ¡qué tibieza en mis fiebres! Yo me había creído excepcional porque no con­cebía vivir sin escribir: él sólo vivía para escribir.

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