Sara
se levanta de su cama y cierra la puerta de la habitación, solo queda un
ambiente silente y un desorden generalizado, pervive una pequeña huella de luz
que se filtra por una ventanilla de la pared color caoba, el cabello suelto cae
sobre su rostro mientras se repite (tengo que hacerlo), solo son unos segundos
… , sube a la silla con el cordón del planchador, sus piernas se desvanecen al subir
en ese pequeño banco de madera, tiemblan sus finas manos, hace un nudo corredizo en su cuello, lo sujeta,
sus últimos pensamientos evocan a sus padres, aquella familia que jamás conoció
de verdad, respira intensamente mientras sus lágrimas mojan su rostro, se
encuentra al límite , finalmente , se lanza la vacío ,Sara se ha ido para siempre…
Esa
habitación en la que vivió sus años de niña es testigo de esta estampa trágica,
su cuerpo suspendido es la muestra terrorífica del abandono, en ella queda su
ropa revuelta sobre la cama, sus pocos
útiles de escritorio y su mesita de trabajo en la que un día escribiría una
carta a su madre ausente.
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