se desvive,
en las tierras baldías,
donde la memoria pierde su norte.
Vivimos....(???)
en la falsa supremacía de lo absurdo,
contemplando el cadáver exquisito del gran detractor ,
el manipulador, el destructor, el que dicta con Hor..
Pero más allá de la tolerancia inaudita,
más allá de la resistencia de lo impúdico,
está la banalidad del mal,
el aceptar el hecho de que,
nada ni nadie puede,
poner el grito en el cielo.
Un alarido necesario
del que vive en la civitas.
Me pregunto si se podrá,
algún día..
expresar con absoluta libertad el desacuerdo,
dejar en el desahucio esta sociedad disciplinaria,
este maniqueo que no hace,
sino convertirnos en instrumentos,
de placeres ajenos y ajados.
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