Tu ser incierto
se envuelve en una perseverante calidez,
aviva mi hambre de
esperanza,
y aquel frío despertar
de tu ausencia,
muerde a cada paso que no estás.
Soy el que soy,
inerme, deshabitado, iluso,
mientras convivo en esta ansiedad invernal que no pasa,
recuerdo el respirar de tus huellas eternas,
que hoy surcan presurosas,
en el despiadado dulzor de tu mar indómito.
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