EL QUIJOTE - 1605
En un lugar de la Mancha, de cuyo
nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de
lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de
algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los
sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos,
consumían las tres partes de su hacienda.
Miguel de Cervantes
LA REGENTA - 1884
La heroica ciudad dormía la
siesta. El viento Sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que
se rasgaban al correr hacia el Norte. En las calles no había más ruido que el
rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles que iban de
arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina revolando y
persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en
sus pliegues invisibles.
Leopoldo Alas
CIEN AÑOS DE SOLEDAD - 1967
Muchos años después, frente al
pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella
tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces
una aldea de 20 casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río
de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas
y enormes como huevos prehistóricos.
Gabriel García Márquez
LA SOMBRA DEL VIENTO - 2001
Todavía recuerdo aquel amanecer
en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros
Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por
las calles de una Barcelona atrapada bajo cielos de ceniza y un sol de vapor
que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre
líquido.
Carlos Ruiz Zafón
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